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Transformers: El último caballero


No hay quinto malo. A la quinta va la vencida, y demás tópicos sobre el número cinco que seguro que existen pero yo desconozco. ¿Sufrirá Transformers el síndrome "Fast and Furious"? La saga de coches y cachas por excelencia tenía fama y reconocimiento entre su público (nadie produce cinco entregas de una saga si no da dinero), pero no fue hasta su quinta entrega, que no rompió el techo artificial de canis y chonis que la sustentaba, para convertirse en un éxito universal más allá de la tribu urbana a la que perteneciera el espectador. Y lo consiguió cambiando ligeramente su temática principal. De una saga que mostraba coches, carreras y chicas en shorts, se viró a la acción pura, manteniendo los coches de forma testimonial.

No ocurrirá lo mismo con Transformers porque aunque se pueda disfrutar de "El último  caballero" sin haber visto las anteriores entregas, se le encontrará algo más de sentido si eres un fan de la participación en el cine de los juguetes de Hasbro. De hecho, tras verla me dieron ganas de revisionarlas, toda vez que, excepto la primera, con el resto usé el Flashforward sin piedad.

¿Dónde está la clave del "éxito" de la película? En que mezcla conceptos como robots gigantes, Fast and Furious, nazis, Elysium, leyendas artúricas, La caza del octubre rojo o Abyss, entre otras referencias. Si este batiburrillo se agita bien, solo puede salir algo bueno. 

Tampoco es que sea el súmmum de los blockbusters, pero es la más entretenida de una saga que, históricamente, me ha dado mucha pereza desde siempre. Y eso es decir mucho.

Cuando se emitió el tráiler por primera vez, la gente se preguntó qué tenía que ver el Rey Arturo con un sidecar convertible. Pero vamos, que si hay negros en la Inglaterra del siglo V, no sé por qué no puede haber robots gigantes extraterrestres. Uno de estos, no se sabe muy bien por qué, le da el objeto más importante de su planeta a un buscavidas mago Merlín para que salve el culo del futuro Rey de Camelot, que lucha contra los bárbaros. 

La película gira alrededor de este objeto, una vara de poder que al final no es más que una excusa para ver acción, explosiones, persecuciones y adoración por las fuerzas armadas. Es una pelea entre robots gigantes acompañados de un planeta de metal, pero es totalmente necesaria la participación del Ejército Americano. Pues vale, pues me alegro.

Luego también está Anthony Hopkins reuniendo dinero para comprarse un castillo en Escocia, acompañado por Matt Damon o Mark Wahlberg, nunca he podido distinguirlos. No puede faltar la típica chica mona enseñando todo su "poder". Ah, y el jovenzuelo que también salía en "Las Vegas" peinando canas ya. Qué viejos nos hacemos...  En definitiva, la evolución tecnológica de las películas de acción de los 80. 

En esta ocasión se agradece el que no hayan tenido que pagar el peaje chino, y salvo la breve aparición de las afueras de Hong Kong siendo niveladas por Cybertron, poco asiático sale. No tengo nada en contra, pero recelo de introducir en una historia ciertos elementos que solo sirven de gancho para atraer más espectadores. Claro que, pensándolo bien, tendría que estar en contra de TODA la película.

Una cosa de la que me alegro es de que por fin los robots sean distinguibles unos de otros. Tampoco es para echar cohetes, pero al menos ya puedo distinguir a Optimus Prime de Megatrón, cosa que en anteriores entregas no podía. Siempre me opuse al tratamiento visual de los Transformers, un amasijo de metal ligeramente antropomórfico, muy lejos de los robustos diseños que podían verse en la serie de dibujos animados. Quizá por eso no llegó a triunfar del todo la película. ¿Será el último caballero el inicio de un nuevo renacer?
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