Este primer episodio de la nueva temporada podría ser perfectamente la "keynote" de Instagram en 2018. Una pelirroja cañón manipula su teléfono móvil, con una interfaz mezcla de la de Instagram y Facebook, con la que puntúa sus encuentros con las personas de su día a día, aparte de las fotos que suben a su red social. Hasta aquí nada raro, de no ser porque con la puntuación recibida se hace una media, como en el instituto, y según esta, se tiene acceso a determinados servicios o una habitación en la cárcel, como en el instituto.
La pelirroja cañón, no sabemos por qué, tiene una buena puntuación pero no la más alta posible. Tal vez es una bruja chismosa o quizá le huela el aliento, no lo podemos saber porque los televisores todavía no expelen fragancias. Todo se andará. El alquiler de su casa le vence a un mes vista y tiene que buscar un sitio donde vivir. Como buena mujer, la convencen de que se quede un casoplón en una urbanización estilo La Moraleja, poniéndole un holograma de ella a punto de ser empalada por un guerrero de ébano. Así acepta cualquiera, claro. El problema es que no le llega con su escaso sueldo y por lo visto en el futuro los bancos no te dan hipoteca a menos que tengas una buena puntuación social. Puede que sea un mundo lleno de hijos de puta superficiales pero al menos aprendieron las lecciones de la burbuja inmobiliaria, no como nosotros. Quizá este sea el componente que cueste más de creer de toda la historia.
Apenada por haber sido expulsada de la residencia en la que se podría haber trincado un buen pollón, recibe un golpe de suerte al ser invitada a la boda de una antigua compañera de instituto, la típica bimbo americana que antes de dejar las instituciones académicas ha jodido a más equipos de fútbol que los Dallas Cowboys.
La pelirroja comienza su periplo de camino a la boda donde, previsiblemente, solo hay que leer el título, pierde tantos puntos que se vuelve loca, y al final, por suerte, podemos verla en sujetador. El episodio termina con ella insultando a gritos a un afroamericano, pensando quizá que es la mejor manera de follarse a uno de ellos sin la obligación de una cuota mensual que se lleve el 55% de su sueldo.
Esta ha sido mi primera toma de contacto con la serie producida por... no sé, no recuerdo su nombre por mucho que algunos le veneren como un dios. Un dios debilucho y frágil si alguien como yo no le conoce, aunque sabía de la existencia de la serie gracias a David Cameron y sus travesuras juveniles en la granja, aireadas en Twitter.
Me sorprendió su fotografía, su ambientación, lo guapa que era la protagonista y lo malo que es el doblaje en español. Normalmente suelo verlo todo en V.O. pero me puse la serie en la tele mientras hacía otras cosas y no podía estar pendiente de ambas. Y no es que esté intentando justificarme ni nada de eso. Yo molo por mí mismo.
La historia me ha gustado aunque no sea algo novedoso porque los chinos llevan haciendo algo parecido hace meses en la vida real. La cuestión es, ¿cuántos segundos tardaríamos en este país en comenzar a putearnos con las puntuaciones? ¿Quién cree que recibiría cinco estrellas de alguien que no fuera su madre? Desde luego, si en algún búnker gubernamental algún funcionario aburrido está pensando en implementar algo parecido, buena suerte, no te va a durar el país ni dos horas. A menos que seas chino, que esos aguantan cualquier mierda. Solo hay que ver lo que recaudó Transformers allí.
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